El Tribunal Supremo (Sala Segunda, Sentencia nº 677/2018) lo tiene claro: Cualquier agresión de un hombre a una mujer en la relación de pareja o expareja es hecho constitutivo de violencia de género. No es preciso acreditar una específica intención machista debido a que cuando el hombre agrede a la mujer ya es por sí mismo un acto de violencia de género con connotaciones de poder y machismo.
Si se produce una agresión recíproca, en la que tanto hombre como mujer se agreden mutuamente, el hombre será castigado como autor de un delito de lesiones en contexto de violencia de género, mientras que la mujer será castigada como autora de un delito de lesiones en la modalidad de que se trate según las disposiciones generales del Código Penal. Esto provoca que, para el caso de delitos leves de lesiones (aquellas que no precisan de tratamiento médico para su curación), el hombre se enfrente a penas de prisión que alcanzan el año, mientras que la mujer se enfrenta exclusivamente a multa.
Si bien es cierto que una agresión provocada por una mujer hacia un hombre en contexto de pareja o expareja no es considerada “violencia de género”, no podemos olvidar que sí es constitutiva de delito. Por lo que puede ser denunciada y perseguida ante la Justicia. Pudiendo reclamar tanto la responsabilidad penal por el delito cometido (lesiones, amenazas, coacciones, etc.), como la consecuente responsabilidad civil (indemnización) derivada del ilícito.
En este sentido, si eres hombre y estás sufriendo una situación de maltrato por tu pareja, es fundamental conocer que ese maltrato también es delito, y que puedes exigir responsabilidades a tu mujer ante los tribunales. Para ello, es imprescindible contar con un abogado especializado tanto en violencia de género como en hombres maltratados. Resulta preciso contar con una defensa a la altura en este tipo de asuntos debido a la complejidad social, jurídica y familiar que presentan. Si necesitas ayuda legal en un caso de maltrato hacia hombres, nuestro equipo de abogados está aquí para apoyarte.
En cualquier caso, resulta esencial promover una cultura de respeto y no violencia en todas las relaciones interpersonales, y contribuir a la construcción de una sociedad más justa y segura para todos y todas.